Somos grano de arena en un desierto,
a merced de las brisas del azar.
Un gemido atrapado en un concierto
asonante, en la urdimbre de un glaciar.
Una chispa trocada en desconcierto,
prisonera en su yunque, sin brillar.
Pero vamos de dioses deslumbrantes
y somos pendencieros y arrogantes.
Si a pensar, lentamente, nos paramos
y asumimos del mundo su grandeza,
tal vez nuestra arrogancia concluyamos,
omitiendo el orgullo y la vileza.
Y los dones de amor que siempre ansiamos
nos vendrán del poder de la pureza.
Somos briznas de luz que resplandecen
si auras de humildad nos ennoblecen.
Candela Martí