(Imagen captada de la red)
EL RÍO
Montañas altas,
erguidas,
recostadas en el
cielo,
que portáis en
vuestros brazos
blancas nubes de
silencio;
estáis preñadas
de vida,
engendrada en
vuestro suelo.
Pequeñas gotas de
agua
(besos de
escarcha en enero)
que van brotando
despacio,
entremezcladas de
ensueños,
naciendo con
vocación
de tímidos
arroyuelos;
juguetonas,
atrevidas,
como manadas en
celo,
que bajan, saltan
y surcan
rocas, juncias y
senderos.
Y buscan a más
hermanas,
llegadas de otros
terrenos,
para abrazarse y
formar
un hogar limpio y
sereno:
un manantial
cristalino
que el sol roza
con sus dedos.
La madre
Naturaleza,
en este mismo momento,
le bautiza como río
y va amorosa a su
encuentro.
Le regala
bendiciones
y vida plena y
sin miedos,
para empezar su
andadura
de río alegre e
inquieto,
cada vez más
caudaloso
por los guiños
del deshielo.
Transita fuerte y
vital,
enredado con el
tiempo,
alimentando a su
paso
a vergeles y a
desiertos,
regalando a manos
llenas
su bondad y su universo.
Sigue atravesando
bosques,
ciudades, campos,
senderos,
sabiendo que en
su andadura
va acortando su
trayecto,
pero intuyendo
que hay
un gran mar para
acogerlo.
Y cuando llega a
su fin,
feliz halla su
sosiego,
entre unas aguas
benditas
que lo acogen en
su seno.
Río que naces y
vives
regalándonos tu
empeño,
enséñanos a vivir
con la mirada en el
cielo.
Candela Martí.
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