Desoigo dulces voces intrigantes
si al ocaso me lanzan de la vida,
memoria ya desértica y vencida,
pues los pulsos se mueven tal que antes.
Mil sueños y quimeras incesantes
me presiden el alma incomprendida,
mimosa por los años colorida,
con frutos de vigor y fe constantes.
Se transforman, con juncias olorosas,
los bordes de mis ríos en reductos
serenos y vitales, cual comando
diluyente de noches silenciosas.
No estoy, aún, en tiempo de usufructos
y sigo en pie, guerrera y batallando.
Candela Martí
Candela Martí